divendres, 4 d’abril del 2014

Revisando que es gerundio (o ¿existe un “síndrome del revisor quemado”?)

Hoy, como en una docena más de ocasiones en lo que va de año, he cumplido con la revisión o evaluación de un manuscrito por encargo de una revista (en esta ocasión para Gaceta Sanitaria). Una docena de revisiones para casi una docena de revistas diferentes. Esta vez me han tenido que reclamar la revisión, ya que he sobrepasado el tiempo asignado. Mal, muy mal. Desde el punto de vista de la revista mal, porque revierte negativamente en los tiempos de gestión de la revista. Y peor desde el punto de vista de los autores, que siempre algo nerviosos andan –andamos- mirando cuándo estará la revisión y llegará una respuesta de la revista. Y, finalmente, fatal desde el punto de vista personal, por la insatisfacción y cierta frustración de no acabar de hacer bien las cosas.

Todos sabemos que el trabajo (altruista, voluntario..  que el lector ponga más adjetivos) de los revisores es esencial para las revistas. El proceso editorial, la vida misma de las revistas, depende en un alto grado de la desinteresada aportación de tiempo e intelecto de los revisores. Las buenas revistas tienen buenos revisores, sagaces, preparados, críticos, y rápidos. Pero el trabajo de los revisores se acumula, y como cualitativamente voy apreciando en propia piel y por conversaciones con compañeros, cada vez más revistas piden más revisiones porque reciben más manuscritos. Y los buenos revisores, sagaces, preparados, críticos, y rápidos también se cansan, agotan, desmotivan y claudican. Vaya, que no sería demasiado difícil describir un cuadro del “revisor quemado”, seguramente con varios grados de gravedad. (Por cierto: 0 referencias en una búsqueda rápida en PubMed). Pero el trabajo de los revisores es tan importante que deberíamos prevenir que eso pase. Los revisores deberían saber decir “no” cuando el tiempo les apremia, el tema del manuscrito no les atrae o se escapa de sus conocimientos, o sencillamente no les apetece hacer una revisión. Y las revistas deberían controlar la frecuencia con la que envían manuscritos a sus revisores y en muchas ocasiones sucesivas re-evaluaciones, los plazos de entrega y los sistemas de aviso automático, e importante, “cuidar” o cuidar un poquito más a sus revisores (recomiendo la nota editorial “A nuestros evaluadores, con amor “ de Ana M. García de hace unos años en Gaceta Sanitaria, ¡aún muy vigente!).

Seguramente habría espacio para una encuesta para conocer las creencias, actitudes y vivencias de los revisores  (y también de los editores) sobre el peer review.  Si me animo y tengo tiempo no descarto hacerla en un futuro próximo… Un estudio así quizás sirviera para caracterizar y acaso prevenir el “síndrome del revisor quemado”, entre otras cosas, y que todos, revisores y editores, fuésemos un pelín más felices.

Esteve Fernández, efernandez@iconcologia.net, @stvfdz

PS: He escrito esta reflexión tras mi última revisión --pero primera del año-- para Gaceta Sanitaria. Que nadie malinterprete esto como una crítica hacia Gaceta Sanitaria (que en 2013 sólo revisé un manuscrito y fueron 2 en 2012). Se trata de una reflexión y crítica a la saturación, “ecológicamente” hablando, que sufrimos muchos de nosotros por la suma de las peticiones de muchas revistas.